¿Y SI SOLTAMOS LA NECESIDAD DE CONTROLARLO TODO?
Nos gusta controlar todos los aspectos que surgen en nuestra vida diaria porque nos da sensación de seguridad, de ser colaboradores en el bienestar de las personas que nos rodean y de protegernos de cualquier imprevisto que pueda surgir.
Lo hacemos en cualquier área de nuestra existencia como son las relaciones personales con nuestras parejas, con nuestros hijos, con nuestros familiares, podemos controlar nuestro desempeño profesional e incluso llegamos a controlar el más mínimo detalle de un viaje.
A lo largo de los años hemos aprendido que es importante mantener el control para evitar cualquier sorpresa negativa, para que nada salga mal y para poder modificar la vida como nosotros “pensamos que tiene que ser” según la imagen que nos hemos creado de ella.
Pero estamos tapando la verdadera razón por la que intentamos controlar todo:
Sentimos miedo a lo desconocido y absoluta desconfianza en que con nuestros propios recursos vamos a ser capaces de gestionar los aspectos conflictivos que pudieran surgir
Detrás de esa necesidad de control hay una necesidad de tener certeza y de guiar nuestro propio camino. Pero asumir ese control requiere evaluar las situaciones para poder poner permanentemente etiquetas a través del juicio que aplicamos a la menor ocasión.
¿Cómo sabemos que somos controladores? Hay una serie de señales que nos indican que estamos utilizando todas las herramientas a nuestro alcance para no dejar que ningún detalle se salga de su sitio. Por ejemplo:
- Intentamos controlar las acciones, los pensamientos o las emociones de otras personas. Puede ser habitual que, cuando hablamos con alguien le digamos cómo se tiene que comportar dentro del personaje (si tiene que comer más o menos, si tiene que llamar a su madre o si tiene que irse del trabajo). También podemos sorprendernos diciéndole a alguien “No llores”, “No te avergüences” o “No te enfades”.
- Consideramos que solo nosotros podemos hacer las cosas con la precisión y el rigor que debería, así que todo depende de nuestro esfuerzo. Nos cuesta delegar en otras personas porque solo nosotros somos capaces de llegar al resultado deseado.
- Intentamos convencer a los demás de nuestras ideas, de nuestros cambios, de nuestra forma de vivir la vida, sin dejar espacio para que cada vida sea vivida desde la perspectiva que cada uno elija.
- No pedimos ayuda porque nadie puede ayudar. Consideramos que no existe una persona que pueda resolver algún problema porque nosotros ya hemos explorado todas las opciones y ya sabemos que no hay ninguna salida, así que ¿para qué pedir ayuda?
Mantener ese nivel de exigencia con nosotros mismos y con los demás nos lleva a desgastar nuestra energía dejándola perdida en bucles de pensamientos o de acciones que no nos dirigen a ninguna parte. Percibimos más riesgos de los que realmente se asumen haciendo que nuestras emociones provoquen una sobrecarga de tensión. Y finalmente esa tensión nos lleva a desconectar de nuestra realidad, de nuestra esencia y a conectarnos con enfermedades cuya finalidad es que nos volvamos conscientes del efecto que está teniendo esa dinámica.
Si hacemos el balance ¿realmente tener algo o a alguien bajo control nos aporta bienestar o es más bien una falsa sensación de seguridad?
Soltando el control
Soltar el control tiene que ver con la aceptación. Es decir, nosotros esperamos que ocurran los resultados que vamos buscando y, por supuesto, nos ponemos manos a la obra para conseguirlos. Pero si no se consigue el resultado esperado, se acepta y se obtiene la enseñanza que hay detrás de ello. El hecho de aceptar implica que dejamos un camino para que la vida actúe y nos lleve hacia el punto de conocimiento siguiente. Si mantenemos cada detalle bajo control, la vida no puede actuar. No dejamos espacio para que se manifieste en toda su abundancia.
Cuando una persona suelta el control se convierte en un maestro de la tolerancia al cambio, desarrolla las habilidades necesarias para convivir y observar la vida y se divierte con las oportunidades que van surgiendo. No son personas que se queden paralizadas cuando algo sale de forma diferente. Simplemente se observan a sí mismos ante esa situación, la encajan, la agradecen y pasan al siguiente escalón.
Sólo para pensar un poco más allá, ¿realmente queremos tener el control o basta con que asumamos la responsabilidad de nuestra vida?
Si quieres que sigamos hablando, escríbeme a hola@cuentametuplan.com y te facilitaré un ejercicio de reflexión para que te entretengas los próximos días.
¡Disfruta de tu tiempo!