Una vida planificada es una vida muy segura, estable y sin riesgo, pero esa seguridad podría alejarnos de la libertad y la plenitud. ¿Vivir una vida planificada es vivir una vida a medias? La necesidad de controlarlo todo puede no ser tan buena.

Una noche cualquiera por Madrid, una persona me hizo reflexionar sobre la vida y lo que implica explorarla tal y como se presenta. Después de una profunda masterclass sobre los conceptos “bueno” y “malo” y la polaridad del mundo dual, me dijo que valoraba mucho a la gente que se atreve a asumir los riesgos de las decisiones más apasionadas, aunque pudieran salir “mal”. De ahí, llegamos a la necesidad que tenemos las personas de someter cualquier situación a nuestro control, sin ser capaces de entragarnos al momento presente y dejar que las cosas fluyan.
La pregunta inevitable fue “entonces, ¿una vida planificada es una vida a medias?”
Para responder a la pregunta lo mejor es empezar por las causas que nos llevan a planificar la vida y cuál es el proceso de pensamiento que se esconde detrás.
Desde que el hombre es consciente de sí mismo, cualquier situación que pueda vivir es clasificada por el cerebro para asignarle una etiqueta en función del peligro que tenga asociado. Hace muchos miles de años se necesitaba sobrevivir a las sorpresas de la naturaleza y el proceso de clasificación le ayudó a mantenerse alejado de lo peligroso.
Aunque en la actualidad no nos enfrentamos a los mismos riesgos que nuestros antepasados, seguimos incorporando creencias a nuestro proceso mental para registrar lo “bueno” y lo “malo”, por lo que percibimos todo como una polaridad manifiesta. Y esas creencias no sólo tienen su origen en nuestra experiencia sino que también provienen de nuestros padres, del colegio, de nuestros amigos, de nuestro entorno profesional e incluso de todo lo que los medios de comunicación quieren contarnos.
Con la etiqueta que cada uno personalmente atribuye a cada concepto, nuestro sistema de pensamiento individual nos llevará a elegir aquellas experiencias que tenemos catalogadas como satisfactorias y a rechazar las que consideramos desagradables o negativas. ¿Por qué una misma situación puede ser percibida por una persona como mala cuando otra la ve como buena? Este planteamiento interfiere significativamente en nuestra toma de decisiones y supone una clara limitación de nuestras posibilidades a la hora de vivir una vida plena.
El hecho de huir de las situaciones clasificadas como perjudiciales está relacionado con intentar eliminar la incertidumbre de nuestras vidas. Siendo realistas, eso es imposible. Pero, entre las causas que nos llevan a intentarlo están:
- Necesidad de control:
La fantasía de tener el mando de cualquier circunstancia que se presente puede parecer que nos genera seguridad. Sin embargo, es una seguridad ficticia porque no tenemos poder sobre las causas no observables que intervienen en nuestro día a día.
Buscamos decirle a la vida que nosotros somos los que decidimos, sin aceptar que es la vida la que aporta sus planes. Resistirse continuamente desgasta nuestra energía dejándonos sin recursos para vivir el momento, nos frustra y nos provoca ira.
- Miedo a que salga mal:
Cuando estamos planificando el futuro, imaginamos qué es aquello que puede salir mal; intentamos cubrir las brechas que pudieran surgir imprevisiblemente en nuestra vida. Consideramos que estaremos en una situación de ventaja viendo las cosas que otros no ven y pensando que hay muchas personas inconscientes.
Pero no reflexionamos sobre lo que hay detrás de ese miedo a que algo salga mal. Deberíamos observar de dónde surge ese miedo para entenderlo y conseguir aceptarlo, en lugar de estar haciendo una gran planificación que nos proteja en el hipotético caso de que ocurra. Sólo así podremos conseguir vivir a favor del viento.
- Proteger la vulnerabilidad:
Normalmente creemos que es mejor no mostrarse vulnerable ante los demás para que no nos hagan daño. Pensamos que estaremos sometidos al poder de otros si manifestamos cómo somos emocionalmente. Ante las situaciones que exponen nuestra vulnerabilidad nos sentimos inseguros, pequeños, débiles.
Pero si observamos más detenidamente, la vulnerabilidad es la incapacidad de resistencia cuando se produce un fenómeno amenazante. Es decir, la vulnerabilidad es un estado de apertura, de recepción, de vida sin defensas. Es un acto de confianza y valentía. Es la única forma de mostrarnos auténticos y ser quienes somos. Cuando nos perciben vulnerables, nos están percibiendo como somos. ¿Para qué necesitamos protegernos en ese caso?

Todas estas causas están relacionadas entre sí, formando en mayor o menor medida, parte de lo mismo. Unas personas serán más controladoras y otras buscarán proteger su vulnerabilidad por encima de todo, pero tenemos un profundo miedo al futuro que nos genera una sensación de vértigo, y lo queremos esconder bajo una cadena de control.
El control real que deberíamos practicar todos los días lo llamaría dominio, y es el dominio de nuestras emociones. Dominar la emoción no significa intentar no sentirla; más bien todo lo contrario. Se trata de verla, mostrarla, entenderla. Cuando aprendemos a sentir la emoción que surge y a aceptarla, no necesitamos controlar cualquier aspecto de la vida que pueda ser percibido como negativo porque sabemos que podremos superarlo.
Vivir plenamente puede parecerse a surfear. La verdadera satisfacción está en ir adaptándose a los cambios constantes de las olas, experimentar la emoción que esconde cada una y llegar al final con la sensación de que has dado lo mejor de ti en cada momento.
Poder ampliar los límites que nos hemos ido poniendo y vivir más plenamente requiere ser preciso en varios aspectos:
- Identificar cuándo surge en nosotros una creencia limitante que nos coarte, que deje en evidencia un miedo.
- Tomar la decisión de desaprender, es decir, no dar la misma respuesta automática de siempre cuando sentimos la emoción.
- Definir una creencia positiva que pueda sustituir la limitante anterior.
- Incorporar la nueva creencia positiva mediante la observación constante hasta que se convierta en una emoción positiva.
En resumen, ¿qué significa vivir a medias? Para mí, vivir a medias tiene que ver con no explorar todas las oportunidades que tu vida te presenta por el miedo a que se cumplan los riesgos de cada situación. Y ya que estamos aquí, ¿no es mejor intentar que la experiencia sea lo más completa posible? Sería como ir al cine y ver sólo algunos trozos de la película.
Existen personas que, a modo de maestro, en un momento inesperado plantean el reto de ir un poco más allá de nuestras fronteras. Y eso es lo que me ocurrió un día cualquiera por Madrid ¡Gracias!
Seguro que en alguno de nuestros talleres puedes encontrar la fórmula perfecta para dejar de vivir a medias. No dudes en ponerte en contacto conmigo si quieres aprender más.